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lunes, 16 de abril de 2018
La escucha como proceso.LECTURA 7
La escucha como proceso. Una perspectiva desde la intervención social.
Palabras clave
ESCUCHA- INTERVENCION- ESCENARIOS- INSTITUCIONES-INCLUSIÓN
Por: Alfredo Juan Manuel Carballeda
“No es posible pensar en una sociedad libre si se acepta de entrada preservar en ella los
antiguos lugares de escucha: los del creyente, del discípulo y del paciente”
R. Barthes
I La Escucha
La palabra escuchar proviene del latín, auscultare, que significa prestar atención a lo que
se oye. Pero, oír, también es una acción fisiológica. Esta, puede ser entendida como una
forma sonora que se relaciona con el contexto en que se oye, en definitiva, a través de
una señal que indica algo que más tarde va a ser decodificado, como un ruido o una voz
lejana. En las instituciones, lo que se oye también está atravesado por significados que
formarían el telón de fondo del escenario donde la acción de escuchar se lleva adelante.
Escuchamos en contexto. Los sonidos de la institución le confieren una suerte de
“musicalidad” que le otorga características singulares, le da sentido y organización al
relato incluso, muchas veces, una acentuación diferenciada.
De ahí que la contextualización de lo que se oye, es el inicio de la construcción de la acción
de escuchar. La palabra, la mirada y la escucha son instrumentos clave en las diferentes
metodologías de intervención social, forman parte de un mismo proceso y solo podrían
ser diferenciadas para un análisis individualizado de cada una de ellas. Así, un oído atento,
un habla adecuada y el reconocimiento y manejo de silencios oportunos son parte de la
construcción de la escucha como un proceso relacional cargado de sentido.
A su vez, las características de los relatos y las condiciones en las cuales los recibimos, se
relacionan con un contexto definido, un escenario y un territorio donde este proceso se
manifiesta y se construye en forma permanente.
Escuchamos en contextos y escenarios que tienen sus propias tonalidades, sonidos y
silencios, éstos constituyen el telón de fondo de ese acto. Pueden ser hostiles o
acogedores, facilitando u obstruyendo la interacción de quienes hablan.
La escucha implica entendimiento, selección de la información que surge de la palabra del
Otro, intento de captar su lógica discursiva, determinación de los detalles importantes del
relato, reflexión sobre el contenido de éste y análisis del sentido de lo dicho.
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Pero, también es posible entender la escucha como una acción que se ubica dentro de un
proceso histórico y social, es decir, una forma de hacer, signada por un conjunto de
hechos relacionados entre sí que transcurren a través del tiempo. De este modo, las
palabras, los gestos, las significaciones se van construyendo en diferentes circunstancias
contextuales y pueden decir diferentes cosas.
Las palabras en el espacio del diálogo, se entrelazan con el escenario de intervención, el
contexto y el territorio. Escuchar en términos de intervención, implica acceder a un
proceso de comprensión y explicación que intenta organizar los sentidos, pautas, códigos,
implicancias, y perspecti vas de quien está hablando. Como así también una búsqueda de
elucidación y revisión crítica que conforma las circunstancias, valores y perspectivas del
que está escuchando.
La posibilidad de visibilizar y reflexionar sobre el poder de la escucha, el silencio y las
palabras en todo proceso de intervención, puede proveer de más instrumentos para
comprender, explicar y hacer, entendiendo a ese Otro como sujeto de derechos y
transformación social. Recuperando la noción de relato como constructor de sentido.
Así, la escucha, tiene la posibilidad de salir de los lugares establecidos, adentrándose en
otros donde la interacción no implica sometimiento.
La capacidad de escuchar, tal vez, vaya más allá de los agentes institucionales y su actitud
activa o pasiva. Se entrelaza con la historia de las instituciones, las marcas subjetivas de
éstas en los diferentes actores y las políticas que fueron llevadas adelante, en territorios
definidos y diferentes climas de época.
En otras palabras, desde la intervención social, el “lugar” de la institución es el escenario
donde la capacidad de escuchar se expresa. Es posible reconocer diferentes formas de
inscripción en los escenarios institucionales como facilitadoras u obturadoras del proceso
de escuchar. De ahí que, también es la institución la que escucha o la que facilita esta
acción.
Por otro lado, esta, también, puede entenderse desde la construcción de un espacio
intersubjetivo, íntimo, donde la interpretación, codificación y comprensión de aquello que
acontece puede requerir de determinadas capacidades y habilidades de quien ocupa el
lugar de receptor. Es decir poniendo de relieve la singularidad del sujeto en relación a sus
circunstancias, desde una perspectiva situada culturalmente.
También, la escucha implica el devenir de una voz que, a través de la palabra articula
cuerpo, discurso y contexto. De ahí que escuchar implique también decodificar.
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En definitiva, escuchar puede significar ir más allá de la interacción entre preguntas
respuestas y demandas esperadas. De ese modo es posible quitarle centralidad al acto <<
fisiológico>> de oír, atravesándolo por la cultura, el contexto, el territorio, la historia. De
allí que es dificultoso pensar en las posibilidades de diálogo intergeneracional sin
desarrollo de la capacidad de escucha, de poner en palabras la propia perspectiva de lo
que acontece y lograr que esta pueda ser dialogada.
II La Escucha Activa
La escucha es una necesidad y como tal se transforma en un derecho. Este, se vincula con
la construcción y ratificación de la identidad y la pertenencia. Como tal, habilita la
posibilidad de reflexionar, aleja temores y facilita la aceptación. Ser escuchado, puede
implicar la reafirmación o el inicio de procesos de re inscripción social en aquellos que
fueron siendo dejados de lado en los complejos laberintos de la exclusión.
La escucha se entrelaza de manera relevante con la inclusión social. Quien no puede ser
escuchado, no es ratificado como un sujeto que pertenece al “todo” social. La ausencia de
lugares, actividades, espacios que faciliten la posibilidad de escuchar, sostienen la
exclusión y la ratifica, generando otro tipo de identidades y pertenencias efímeras, en
soledad, donde la presencia del Otro es una imagen pasajera, casi espectral. Ser
escuchado es un derecho que en tanto no es cumplido, separa, segrega, cosifica a ese
Otro que reclama, muchas veces de forma diferente, esa condición.
La circulación de la palabra, genera nuevos recorridos, construye caminos de entrada y
salida, sostiene y se presenta como un elemento significativo en la construcción de lazos
sociales, la ausencia de ésta es sinónimo de ausencias, soledades, aislamiento y
fragmentación social. La ausencia de las palabras es tal vez una de las herramientas mas
eficaces de los terrorismos de Estado y de Mercado.
La denominada “escucha activa” implica un interesarse por ese Otro, estar disponible,
aceptándolo como es, dando lugar a otras perspectivas o formas de comprensión y
explicación. Se vincula con la habilidad tener en cuenta algo más de lo que la persona está
expresando directamente. Intentando, de este modo aproximarse a los procesos
subjetivos que también se dicen, pero, desde diferentes lenguajes, tonalidades de
discurso y formas del habla.
III La Escucha y las Problemáticas Sociales Complejas
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El neoliberalismo construyó un mundo donde el habla, desde la saturación de la palabra
quedó paradojalmente silenciada. La escucha en ese mundo se tornó confusa y casi
imposible. La pérdida de significado de las palabras a partir del vacío de sentido en los
discursos construyó nuevas formas de silencio, de ausencia, especialmente de aquellos
que fueron ocupando el lugar de la exclusión. Así, el encuentro, la construcción de lazos
sociales y la pertenencia se tornaron furtivos y dificultosos, atravesadas por la
incertidumbre y la lógica de mercado. Mientras que el desencanto construyó nuevas
formas de la vida cotidiana. La ausencia de lazo social, su fragmentación o enfriamiento
obturaron, la palabra y el sentido.
El llamado fin de la Historia, de las ideologías y la política, marcó al diálogo como
impensado, de ahí que la escucha quedó olvidada, o remitida a una serie de pautas
marcadas desde programas y proyectos donde las preguntas y las respuestas solo
entraban dentro de infinitos casilleros.
Tal vez, muchas de las Problemáticas Sociales Actuales se vinculen con esas ausencias y
presencias. Desde hace más de diez años, en nuestro país estamos viviendo intensas
políticas de inclusión social que lentamente van haciendo retornar el lenguaje, la palabra y
la escucha, dentro de un contexto donde los cambios subjetivos que produjo el
neoliberalismo, aún muestran tendencias hacia el silencio y la negación del Otro.
La escucha, es posible solo cuando quienes la constituyen la sociedad sienten su
pertenencia a un todo integrado, desde la historia, la cultura, el territorio y los afectos.
Implica estar en donde la demanda se presenta o puede ser esbozada desde diferentes
formas de pedido de ayuda en terrenos de padecimiento, soledad y desencanto.
Es posible interpelar a los problemas actuales, como el CPS, entre otros, en la medida que
la Política escuche, la Institución escuche y desde la intervención social sepamos escuchar.
Estas cuestiones, de alguna manera implican la necesidad de generar estrategias de
recuperación, en este caso de la palabra, la mirada y la característica multidimensional del
lenguaje. Desde las prácticas hasta las políticas.
Bibliografía Sugerida y de Referencia
Barthes; Roland. Lo Obvio y lo Obtuso. Editorial Paidós. 1986
Carballeda, Alfredo. La intervención en lo social como proceso. Editorial Espacio 2012.
Carballeda, Alfredo. Escuchar las prácticas. Espacio Editorial. Buenos Aires 2008
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