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domingo, 8 de octubre de 2017

Del Rol a la función Encuentro de subjetividades, Nicolás Castelli...Diario Antipodas n°2



 “No importa la estructura sino
lo que se puede hacer con ella”
Antonio De Luca

El acompañamiento terapéutico se ha instalado como una modalidad de abordaje en los tratamientos por diferentes tipos de problemáticas, la multiplicidad de casos nos convoca a preguntarnos sobre la función del AT. Tal como el psicoanálisis lo plantea, siempre hablamos del caso por caso, la singularidad de cada caso convoca a ocupar funciones diferentes. No hay fórmulas universales cuando hablamos de trabajar con seres humanos, está lo particular de cada situación y lo singular de cada sujeto.
Podemos diferenciar tres planos: lo universal por ejemplo se puede pensar a nivel de un diagnóstico: TGD, ADD, ADDH, TOC. Son categorías que se plantean de forma generales y que se aplican a modo de descripción. Lo particular remite a la situación, como decíamos no es lo mismo hablar de un niño, un adolescente, y del lugar donde se está: la escuela, la casa; todo lo que tiene que ver con la situación. Está el plano de lo singular, lo que remite al sujeto, a sus deseos, sus inquietudes, sus angustias.
Si como acompañantes quedamos fijados al diagnóstico, que suele ser la carta de presentación a la hora de tomar un acompañamiento, aparecen los modelos de roles a ocupar según la descripción diagnóstica, entonces el AT debe hacer tal o cual cosa porque la clasificación nosográfica impuesta lo determina; el rol esperado deja al AT adosado al diagnóstico, actuando así en un plano imaginario, ya que el sujeto no es tal clasificación. Si nos quedamos con las demandas que aparecen en el contexto, en lo particular de la situación, sea en la casa o en las instituciones, etc., el AT queda objetabilizado, ubicado en un lugar de uso, entonces aparece el AT reemplazando a la maestra en el aula o cuidando hermanitos en una casa o yendo a pagar los impuestos y a hacer las compras. En cambio, si la mirada apunta a lo singular, aparece la escucha, se tiene en cuenta al otro, y a partir de allí se abre un campo de posibilidades.
El trabajo del acompañante reviste entonces una responsabilidad y una convocatoria permanente. La responsabilidad de llevar a cabo un control o supervisión de su práctica, convocándose desde su experiencia a cuestionar su quehacer cotidiano, para no quedar fijado a un rol estipulado de ante mano. Así como también la convocatoria a un análisis privado, en tanto las situaciones en las que trascurre un acompañamiento movilizan cuestiones subjetivas. No solo está lo que le pasa a la persona que se va acompañar, sino que hay situaciones que generan angustias, enojos, hay malos entendidos que es importante que se trabajen en un espacio privado. Vamos a tener en cuenta que se trata de dos seres humanos, de que hay demandas y que también está el deseo de la persona que es acompañada. Es fundamental ver que más allá de una enfermedad o una discapacidad el otro es un sujeto deseante.
¿Cuál es la función que tenemos como acompañantes en cada caso?. El Acompañante terapéutico no puede quedar fijado a un rol determinado, por eso hablamos de función. Para esto es importante que el acompañante no esté en el centro de la escena, que no consista él en lugar de donde debe aparecer la singularidad del acompañado. Al igual que pasa con una discapacidad o enfermedad, donde se termina por nominar a la persona a través de su padecimiento y no desde su subjetividad, tal como se escucha muchas veces por ejemplo en las escuelas: “el Down, el TGD, el ADD”. Se trata de que el hecho de que exista un acompañante no funcione como un rótulo, “El que tiene acompañante”, porque se termina por borrar al acompañado, desapareciendo como sujeto.
El acompañante debe ser un posibilitador y no un obstructor del despliegue de la singularidad. Cuando hablamos de estructuras clínicas, estás son formas o modos que usamos para hablar de teoría, psicosis, neurosis o perversión, son figuras que nos sirven para manejarnos en la teoría en referencia a ciertos fenómenos.
Es menester no manejarse en el campo de lo humano con certezas o ideas cerradas respecto del otro, ya que esto solo lleva a poner un muro con el otro a partir de la propia mirada. Es por eso responsable el acompañante en llevar a cabo un control de su práctica para no caer en estos sesgos que dificultan su trabajo diario. Como también no quedar objetabilizado frente a situaciones, u obturando espacios donde lo que debe primar es la subjetividad del acompañado.


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