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sábado, 11 de febrero de 2023

Jornada de Trabajo Social “EL ACOMPAÑAMIENTO TERAPÉUTICO EN LA TERCERA EDAD”


Hoy intentaremos dar cuenta de los aportes que se pueden dar desde el acompañamiento terapéutico a los adultos mayores. Para acompañar adultos mayores es importante pensar primero en algunas cuestiones fundamentales tales como la significación de la vejez, paso del tiempo, la enfermedad, el deterioro físico y mental, la soledad, el aislamiento y la espera de lo ineludible: la muerte. Gustavo Ciappa en “El ABC sobre la vejez y el fenómeno del envejecimiento”, dice: “El fenómeno del envejecimiento de la población se produce por el efecto combinado del incremento de la esperanza de vida y de la reducción de la natalidad” y continua explicando “…El primer motivo se explica por el desarrollo de las ciencias y técnicas, especialmente las ciencias de la salud esto permitió una importante reducción de la mortalidad. Efectivamente, el progreso de la medicina preventiva y protectiva; la disminución de la morbilidad y mortalidad por la enfermedades infecciosas, las mejores condiciones de higiene y saneamiento y la eficiencia de instrumentos de diagnostico y tratamientos curativos propiciaron el incremento de la esperanza de vida. Este fenómeno se define como la transición epidemiológica, o sea la declinación de la enfermedades agudas y el incremento de las enfermedades crónicas…”, “…El segundo motivo –la reducción de la natalidad- no puede ser efectivamente explicado, empero, podemos señalar los fenómenos vinculados a su emergencia. Mientras la reducción de la mortalidad puede rastrearse en la historia y evolución de la ciencia y su efecto sobre las enfermedades de las poblaciones y los cambios actitudinales y comportamentales que ello generó, la reducción de la natalidad tiene origen en pautas culturales…” El acompañante terapéutico en adultos mayores ocupa muchas veces un lugar distinto al de facilitador de la cura. Ayuda en la aceptación del paso del tiempo, de la enfermedad, de las limitaciones, constituyendo un verdadero “caminar junto” al paciente. Podría incluirse como una “herramienta” que favorezca la salida del aislamiento a la que la vejez ha sido condenada. Así mismo el profesional debe luchar con preceptos prehistóricos a su formación, tales como:

 Los viejos no son capaces de aprender 

 Los viejos no se adaptan al cambio 

 La sexualidad es cosa de jóvenes 

 Los viejos son de mal genio 

 Vejez es sinónimo de sabiduría 

 Vejez es sinónimo de enfermedad 

 La persona mayor no tiene futuro 

Y otras tantas. 

El acompañante colabora en la contención diaria, en la reinserción social del viejo, a veces en un nuevo ámbito para el paciente como un geriátrico o casa de día, y en la exploración y reparación de un yo empobrecido y rígido. Actuando como “bisagra” entre el mundo exterior y el sufriente mundo interno, inundado de muerte de familiares y seres queridos, o dándole un sentido nuevo a su realidad. Los cuidados que los adultos mayores requieren no se agotan en la atención de su salud física, muchas veces los derrumbes psíquicos en los adultos mayores, se deben a que son objetos de cuidados, pero no son tratados como sujetos. El paciente se debe sentir cuidado, protegido y apoyado por su acompañante terapéutico y desde allí, de ese vincular el AT trabajara con su autoestima fomentando una vejez sana, activa, sin prejuicios y fomentando calidad de vida. El acompañamiento terapéutico constituye un rol de múltiples funciones: compartir, escuchar, observar, ayudar a hacer cosas, a frenar impulsos, contener, estimular, etc. Así lo ejemplifica el siguiente caso: Ficha técnica Paciente: B Edad: 82 años La paciente vive sola en un departamento pequeño, propio, dice ser maestra, aclara “de las de antes”. Llega a nosotros por recomendación de su neuróloga quien le aconseja que recurra a un acompañante terapéutico, para mitigar su soledad y que este la ayude a salir de su rutina, diaria, que consiste en dedicarse exclusivamente a su salud y a los trámites que requieran las obras sociales. Al comunicarse con nosotros nos pide exclusivamente que la persona que le “enviemos”, sea una persona mayor de 50 años para que la “brecha generacional” no sea demasiado amplia y así “podemos conversar de las mismas cosas”, después de varios intentos de enviarles profesionales que se ajustaban a su requerimiento, y de no hallar a ninguna de su agrado, decidimos dar un golpe de timón de 180° y cambiar absolutamente el sentido de la demanda, así fue que enviamos a dos acompañantes terapéuticas, menores de 30 años, estudiantes. La respuesta fue inmediata luego de recibirlas en su casa B, nos llamo para decirnos que las “chicas” eran amorosas pero no era lo que había pedido, le explicamos nuestro nuevo plan de trabajo, indicándole que apostábamos a la nueva incorporación como motivadora de charlas de intercambio generacional, ya que habíamos notado que algunos temas, con las otras profesionales, se agotaban enseguida dado que las vivencias cercanas las daban como conocidas y no requerían de repreguntas, entonces esta lejanía generacional implicaría indefectiblemente la repregunta y así la motivaría a ella a ejercitar su memoria a largo plazo, con esta simple premisa, no descubierta del todo en nuestro comentario acerca de la descripción del plan de trabajo, comenzamos la prestación. Esta además de las sucesivas visitas al equipo médico que la trataba a B, requería de supervisiones de nuestra parte acerca de la función que las acompañantes terapéuticas realizaban con B, fue así que en las sucesivas supervisiones fuimos descubriendo otra B, totalmente distinta a la imagen que nos habíamos hecho en una primera instancia, descubrimos que era una gran charladora y fue así que, las acompañantes terapéuticas, lograron que B las espere con historias y fotos y ganas de ir a visitar lugares que visitaba de joven, y contaba la historia del mismo, las supervisiones siguieron y las sorpresas no cesaron. A punto tal que en una de ellas las acompañantes terapéuticas nos cuentan que el hijo y la nuera de B fueron detenidos desaparecidos de la última dictadura militar, y esto no es todo, nos cuentan, además, que B quería comenzar a escribir un libro contando su historia, a partir de notar el interés de la jóvenes acompañantes terapéuticas, y además de comenzar a buscar un lugar en los organismos de derechos humanos, lugar que siempre tuvo pero desde lejos no activamente. No podemos asegurar que el libro de B, este algún día en nuestras manos, aunque lo esperamos con ansias, pero si podemos confiar en que fue la “brecha generacional”, que tanto rehuyó, las que le dieron a B un nuevo significado a la realidad de la paciente.

 Para despedirnos no podemos más que pensar en esta frase: 

“Una bella ancianidad es, ordinariamente, la recompensa de una bella vida.”

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