“No importa la estructura sino
lo que se
puede hacer con ella”
Antonio De Luca
El
acompañamiento terapéutico se ha instalado como una modalidad de abordaje en
los tratamientos por diferentes tipos de problemáticas, la multiplicidad de
casos nos convoca a preguntarnos sobre la función del AT. Tal como el
psicoanálisis lo plantea, siempre hablamos del caso por caso, la singularidad
de cada caso convoca a ocupar funciones diferentes. No hay fórmulas universales
cuando hablamos de trabajar con seres humanos, está lo particular de cada
situación y lo singular de cada sujeto.
Podemos
diferenciar tres planos: lo universal por ejemplo se puede pensar a nivel de un
diagnóstico: TGD, ADD, ADDH, TOC. Son categorías que se plantean de forma
generales y que se aplican a modo de descripción. Lo particular remite a la
situación, como decíamos no es lo mismo hablar de un niño, un adolescente, y
del lugar donde se está: la escuela, la casa; todo lo que tiene que ver con la
situación. Está el plano de lo singular, lo que remite al sujeto, a sus deseos,
sus inquietudes, sus angustias.
Si como
acompañantes quedamos fijados al diagnóstico, que suele ser la carta de
presentación a la hora de tomar un acompañamiento, aparecen los modelos de
roles a ocupar según la descripción diagnóstica, entonces el AT debe hacer tal
o cual cosa porque la clasificación nosográfica impuesta lo determina; el rol
esperado deja al AT adosado al diagnóstico, actuando así en un plano imaginario,
ya que el sujeto no es tal clasificación. Si nos quedamos con las demandas que
aparecen en el contexto, en lo particular de la situación, sea en la casa o en
las instituciones, etc., el AT queda objetabilizado, ubicado en un lugar de
uso, entonces aparece el AT reemplazando a la maestra en el aula o cuidando
hermanitos en una casa o yendo a pagar los impuestos y a hacer las compras. En
cambio, si la mirada apunta a lo singular, aparece la escucha, se tiene en
cuenta al otro, y a partir de allí se abre un campo de posibilidades.
El
trabajo del acompañante reviste entonces una responsabilidad y una convocatoria
permanente. La responsabilidad de llevar a cabo un control o supervisión de su
práctica, convocándose desde su experiencia a cuestionar su quehacer cotidiano,
para no quedar fijado a un rol estipulado de ante mano. Así como también la
convocatoria a un análisis privado, en tanto las situaciones en las que
trascurre un acompañamiento movilizan cuestiones subjetivas. No solo está lo
que le pasa a la persona que se va acompañar, sino que hay situaciones que
generan angustias, enojos, hay malos entendidos que es importante que se
trabajen en un espacio privado. Vamos a tener en cuenta que se trata de dos
seres humanos, de que hay demandas y que también está el deseo de la persona
que es acompañada. Es fundamental ver que más allá de una enfermedad o una
discapacidad el otro es un sujeto deseante.
¿Cuál es
la función que tenemos como acompañantes en cada caso?. El Acompañante
terapéutico no puede quedar fijado a un rol determinado, por eso hablamos de
función. Para esto es importante que el acompañante no esté en el centro de la
escena, que no consista él en lugar de donde debe aparecer la singularidad del
acompañado. Al igual que pasa con una discapacidad o enfermedad, donde se
termina por nominar a la persona a través de su padecimiento y no desde su
subjetividad, tal como se escucha muchas veces por ejemplo en las escuelas: “el
Down, el TGD, el ADD”. Se trata de que el hecho de que exista un acompañante no
funcione como un rótulo, “El que tiene acompañante”, porque se termina por
borrar al acompañado, desapareciendo como sujeto.
El
acompañante debe ser un posibilitador y no un obstructor del despliegue de la singularidad.
Cuando hablamos de estructuras clínicas, estás son formas o modos que usamos
para hablar de teoría, psicosis, neurosis o perversión, son figuras que nos
sirven para manejarnos en la teoría en referencia a ciertos fenómenos.
Es
menester no manejarse en el campo de lo humano con certezas o ideas cerradas
respecto del otro, ya que esto solo lleva a poner un muro con el otro a partir
de la propia mirada. Es por eso responsable el acompañante en llevar a cabo un
control de su práctica para no caer en estos sesgos que dificultan su trabajo
diario. Como también no quedar objetabilizado frente a situaciones, u obturando
espacios donde lo que debe primar es la subjetividad del acompañado.
El artículo propone una mirada integrada de las situaciones de acompañamiento. Fundamentalmente propone un dinamismo en el cruce de dimensiones (universal, particular y singular ). Lo que agregaria es la mirada sobre el contexto, ya que muchas veces se depositan expectativas en el que es necesario mediarepetirlo con la estructura de oportunidades que el contexto propicia. Paula Danel
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