Entrevista a Susana Kuras de Mauer
La entrevista a
Susana Kuras de Mauer nos transporta a los comienzos de su práctica vinculada
al Acompañamiento Terapéutico, tiempo que llamará de la “prehistoria” y que
coincide con los primeros desarrollos de esta figura en Argentina, donde es una
de sus pioneras. Encontraremos anécdotas y reflexiones que van desde aquellas
marcas iniciales a los ámbitos más recientes en los que se implementa este
dispositivo -tal como lo denomina la entrevistada siguiendo a Foucault- y la
importancia de su inclusión en patologías graves. Pero también nos hablará de
los obstáculos y el porqué de la necesidad de una habilitación que legitime el
ejercicio de la tarea.
- Los inicios de
su práctica vinculada al Acompañamiento Terapéutico datan del año 1971, ¿qué la
llevó a elegir ese ámbito?
- Siendo estudiante de la
carrera de psicología de la UBA
conocí a Eduardo Kalina, quien trataba pacientes graves, especialmente
adolescentes adictos y proponía, ya entonces, estrategias clínicas de abordaje
que incluían en su seno a psicoterapeutas, psiquiatras, terapeutas familiares,
y lo que por entonces llamábamos “amigos calificados”. Sin vacilar, bendije esa
posibilidad de integrarme a un equipo asistencial, que me dio la oportunidad de
trabajar, aprender y formarme, mientras asistíamos a jóvenes, en su mayoría
psicóticos.
Recuerdo que mi entusiasmo
era tal, que luego de haber trabajado un largo mes, cuando me reclamaron que no
había pasado mis honorarios correspondientes, ¡me enteré que se trataba de una
tarea remunerada!
El equipo era ambulatorio
y su filosofía de trabajo era evitar, en lo posible, la institucionalización de
los pacientes sobre todo las internaciones prolongadas. La red de contención
necesaria incluía desde el momento de la consulta misma, lo que denominamos un
chaleco humano, que les brindara la posibilidad de transitar el proceso de
tratamiento sin aislarlos ni confinarlos al “cliniquismo”. Fue esta convicción
de que hay una clínica esperanzada, con propuestas asistenciales que se
aproximen al sufrimiento psíquico con una ideología terapéutica innovadora, el
motor de esta inserción en el territorio del acompañamiento terapéutico.
- Usted es una de
las pioneras en nuestro país en lo concerniente a ese campo, ¿a quienes
ubicaría como sus antecesores y/o maestros?
- Pertenecer a la
prehistoria, es ante todo un honor y además un problema. Las marcas de época se
gestan siempre en contextos sociales que las van haciendo posibles. Sin duda la
inclusión del acompañamiento se inscribe en una corriente psiquiátrica
dinámica, que rompe con una concepción atomizada del sujeto, e inscribe al
paciente y su padecimiento en una problemática familiar y social. En nuestro
país Enrique Pichón Rivière, José Bleger, el Servicio de Salud Mental que
dirigió Mauricio Goldemberg, Valentín Baremblit y sus patrullas, generaron con
sus aportes un contexto inspirador para esta profesión. Por otra parte la
antipsiquiatría, Laing y Cooper, Franco Basaglia, Michel Foucault propusieron,
cada uno desde su especialidad rupturas con el modelo psiquiátrico clásico
introduciendo así ideas renovadas en torno a la atención en Salud Mental.
En mi experiencia personal
fue el empuje de Eduardo Kalina y su convicción de que pensar en equipo es
indispensable para trabajar con pacientes muy perturbados, aquello que atesoro
como fundante. De aquel entonces se forjaron vínculos intensos que nos marcaron
en múltiples sentidos. Por mencionar unos pocos, hablo de Santiago Korin, Jorge
García, Gerardo Rubinstein, Eduardo Vera Ocampo, Mirta Estamati, Miguel
Bianucci, Javier Chimera, Carlos Pierini, Susana Gutierrez Posse, Dona
Bentolila. Resalto en especial a Silvia Resnizky, con quien en los últimos 40
años hemos transitado juntas un camino de conceptualización sobre los
dispositivos clínicos de múltiple abordaje. Hemos escrito ya cuatro libros
dedicados al tema del acompañamiento.
- Anteriormente
mencionaba a la antipsiquiatría, ¿Considera que también han tenido incidencia
en los orígenes de los A.T. las corrientes desmanicomializadoras?, ¿de qué
manera?
- Sin duda. El espíritu de
las corrientes que sostienen que la enfermedad no puede ser pensada por fuera
del sujeto que la encarna y del contexto familiar y social del que forma parte
ha incidido en el surgimiento del acompañamiento terapéutico. El acompañamiento
forma parte de una propuesta alternativa que buscó desde sus comienzos trabajar
para recuperar la dignidad del ser humano ignorada en la asistencia asilar. Los
antipsiquiatras y quienes propulsaron la creación de comunidades terapéuticas
auspiciaron modos revolucionarios de pensar la enfermedad mental, proponiendo
una apertura que resultaba fundamental.
Recuerdo que el capítulo
inicial de nuestro primer libro se titulaba “Contra la enfermedad como delito”
y llevaba como epígrafe una frase de Hipócrates que decía: “médicos por lo
menos no causéis daño”.
La reclusión, la
medicalización amordazante, las etiquetas diagnósticas alienantes, necesitaron
de fuertes denuncias y corrientes comprometidas en desmanicomializar a sus
enfermos para ayudarlos a encontrar nuevamente el sentido de vivir en sociedad.Pensamos pues para el abordaje en salud mental en modelos abiertos a
lo heterogéneo y cambiante, en libertad, no en el encierro.
- ¿Cómo y cuando
se comenzó a implementar la figura de AT?
- Cómo ocurre con los
orígenes en general, es muy riesgoso atarse a una mirada monofocal y estática
de los comienzos. Más aún, insistir en hacerle un ADN para fijar la paternidad
del tema, no parece ser una idea interesante. Como decía recién, pertenecer a
la prehistoria ágrafa del acompañamiento es un problema justamente porque las
experiencias eran clínicas, y hasta podría decirse épicas, y el intercambio
entre distintos polos de pertenencia era aun informal. Lo que no cabe duda es
que el surgimiento de este nuevo rol, como decíamos en los comienzos, está
asociado a la insuficiencia de enfoques convencionales. A los límites que nos
impone la clínica, necesitada de ampliar las herramientas terapéuticas para
hacerle frente al dolor psíquico extremo.
Con pudor y con orgullo
seguimos recordando, anécdotas de los comienzos, propias de tanteos de la
inexperiencia, como correr por la calle a un paciente adolescente, alto y ágil
fugado del hospital de Día mientras llegaba el acompañante de reemplazo. Yo
corría a pie y Jorge, el AT que venía a reemplazarme en su Fiat 600. Cuando encontramos
finalmente al paciente, algunas cuadras más adelante cometimos el error de
subirnos al Fitito los tres con la pretenciosa ilusión de que el paciente
pudiera reflexionar sobre su acting
out… Eran los tempranos
setentas, los pacientes jóvenes adictos eran fácilmente identificables, con
aspecto hippie y lugares de reunión muy puntuales y acotados como la Galería del Este o el
BaroBar. De manera que en aquel
escenario inicial los amigos calificados fuimos comenzando a incluirnos como
jóvenes estudiantes, con vocación asistencial, creatividad y convicción de que
el trabajo en equipo podría hacer de este recurso un aporte terapéutico.
Había que inventarlo todo.
Padecimos durante décadas del desconcierto de los legos, de la resistencia de
los psiquiatras a aceptar los déficits y cuestionamientos al poder médico
vertical y de la aprehensión de los psicoterapeutas a incluir acompañantes
cuando el estado clínico de un paciente así lo requiere. La práctica clínica, que surgió con
fuerza en el ámbito privado, tuvo una seria dificultad de entrar en el ámbito
de los Hospitales públicos durante la Dictadura militar. En aquel entonces yo integraba
el equipo de niños y adolescentes del Policlínico Avellaneda, que dirigía
Silvia Berman. Fuimos echados todos de los Servicios hospitalarios de Salud
Mental, que quedaron desmantelados y arrasados en su conjunto. Pese a eso
seguimos trabajando en grupos, reflexionando sobre la función de acompañar,
viviendo momentos de riesgo mientras acompañábamos a nuestros pacientes en la
vía pública, pero seguimos adelante. Recién con la vuelta de la democracia, en
1983, tuvimos la posibilidad de reaparecer con mayor fuerza y congregarnos
nuevamente. Allí ocurrió un hecho curioso, que recién ahora lo ligo a la salida
de aquello que Santiago Kovadloff llamó “Cultura de Catacumbas”. En noviembre
de 1983, atravesadas por el compromiso creciente con el acompañamiento
terapéutico, organizamos y presidimos con Eduardo Kalina y Silvia Resnizky el
“Primer Encuentro Argentino sobre Acompañamiento Terapéutico en
Psiquiatría” donde 170
participantes debatieron con los pioneros que alojaron y habilitaron el
ejercicio del acompañamiento. Allí Lía Ricon, Ricardo Grimson, Javier
Chimera, Jorge García
Badaracco, Octavio Fernandez Moujan, Santiago Korin, Oscar Olego, Juan Yaría,
se manifestaron en relación a lo nuestro. Curiosamente este primer hito, quedó
sepultado o salteado de los relatos que historizan el itinerario de esta
profesión. Dos años más tarde, en ocasión del Segundo Encuentro Argentino de
Acompañamiento publicamos aquel primer libro dedicado al acompañamiento, en
Editorial Trieb.
Durante años padecimos y
nos afligimos con Silvia Resnizky por esta omisión a la que sentíamos injusta.
Hoy la leemos de otra manera, la pensamos inscripta en los laberintos propios
del trabajo de construcción y deconstrucción que ha vivido el crecimiento de
esta joven profesión que con vigor y consistencia se ha arraigado al campo
asistencial en Salud Mental.
- Durante los
primeros días de noviembre se realizó en Buenos Aires el VI Congreso
Internacional de Acompañamiento Terapéutico, ¿Cuáles son los cambios más
notorios que podría destacar entre aquel “Primer Encuentro Argentino sobre
Acompañamiento Terapéutico en Psiquiatría” de 1983 y este nuevo Congreso?
- A
la prehistoria le sucedió una etapa de conceptualización y de allí en
más se hizo necesaria la filiación y la pertenencia institucional. La creación
de AATRA (Asociación de Acompañantes Terapéuticos de la República Argentina )
dio un marco de institucionalización al conjunto de acompañantes que ya
trabajaban y a tantos otros en proceso de formación. Los cambios más notables
se produjeron -además de la creación de nuevas tecnicaturas- en la legalización
de la profesión y en la arborescencia que tiene en sus campos de aplicación. En
el libro El acompañamiento
terapéutico como Dispositivo, escrito en coautoría con Silvia Resnizky,
incluimos nuevas propuestas de
intervención del AT, como el acompañamiento familiar situacional, abordaje del
vínculo parento-filial, apuntalamiento de familias judicializadas, la clínica
de las adicciones y desórdenes alimentarios, atención de pacientes con lenguaje
de señas y otros. Así como en los comienzos enfatizamos el rol del AT y su
eficacia clínica hoy pensamos
al acompañamiento en términos de Dispositivo. El término “dispositivo”, tomado
del pensamiento de Michell Foucault, parece referir al entramado de una serie
de prácticas y de mecanismos con el objetivo de hacer frente a una urgencia y
de conseguir un efecto. De este concepto, nos interesó rescatar tres
aspectos consustanciales
con esta profesión: la naturaleza estratégica del dispositivo, su
heterogeneidad y su funcionamiento en red. El concepto de dispositivo ha
permitido redimensionar el acompañamiento en tanto hoy es mucho más que una
herramienta terapéutica. Se trata de un proyecto de conceptualización que,
apoyado en las categorías fundamentales del psicoanálisis, ha ido conquistando
nuevos territorios y campos de aplicación. Se trata también de un
posicionamiento ético frente a la enfermedad y su implementación se teje con
enunciados, discursos e instituciones que la regulan.
En el último Congreso fue muy interesante escuchar experiencias asistenciales
con pacientes terminales, con familias disfuncionales, con niños
discapacitados, con juzgados y tan fructíferas aplicaciones impresionaban por
la capacidad transformadora del Dispositivo de Acompañamiento. La energía,
creatividad y pasión con la que los Ats invisten el ejercicio de esta profesión
la ha vigorizado y dignificado especialmente.
-
En Territorios del Acompañamiento Terapéutico,
junto a Silvia Resnizky plantea la necesidad de una formación universitaria que
posibilite una “habilitación que legitime”. También insistirá en la necesidad
de institucionalizar la profesión. ¿Qué escenarios la han llevado a formular
este planteo?
- Efectivamente, dedicamos
ya cuatro décadas a conceptualizar el perfil del AT y el crecimiento que ha
tenido se debió en gran medida al compromiso de formar a los acompañantes,
entrenándolos con la consistencia que este dispositivo requiere para su
ejercicio. Aquellos cursos breves, grupos de supervisión, talleres que durante
años constituyeron polos de capacitación, fueron ─felizmente─, cediendo lugar a
cátedras en la universidad y proyectos de carrera universitaria y tecnicaturas.
En el año 2001 la provincia de San Juan puso en marcha la tecnicatura en
Acompañamiento, y luego Esquel, San Luis, Santa Fe, ahora Córdoba, y espero no
olvidarme ninguna... La creación de AATRA, ─asociación de acompañantes
terapéuticos de la
República Argentina ─, fue clave en el proceso
de institucionalización. Allí trabajaron intensamente colegas jóvenes con mucho
compromiso y dedicación. Federico Manson, Gabriel Pulice, Gustavo Rossi, Pablo
Dragotto y Laura Frank entre otros, dieron un empuje enorme a la jerarquización
del ejercicio de esta profesión. Sancionaron además un código de ética e
incluyeron explícitamente en algunas leyes provinciales de Salud Mental al AT.
La expansión del AT en sus
diversas aplicaciones y la calidad de la formación universitaria están
íntimamente relacionadas. Sin título no hay habilitación que acredite al AT, y
sin acreditación no hay ley que proteja el ejercicio del acompañamiento
terapéutico. Así como luchamos contra la marginación del paciente, debemos
insistir en dar a la profesión la carta de ciudadanía que se merece. Siempre
subrayo la necesidad de ir en esa dirección, porque cuando la ley se instaura y
se cumple, protege.
- ¿Cuáles serían
los pilares fundamentales a tener en cuenta en la formación académica de
Acompañantes Terapéuticos?
- Para pensar pilares
vayamos primero al fundamento. El acompañamiento es un dispositivo que sólo es
concebible en el seno de un equipo interdisciplinario. Su labor es, desde
nuestra perspectiva, siempre con otros, con quienes comparte una estrategia de
abordaje. Su función es asistencial y terapéutica. Aun cuando los profesionales
con los que comparte la tarea no sean colegas del campo de la Salud Mental , me
refiero a docentes, jueces, psicopedagogos, su inserción es dentro de un
equipo. La idea de que puede concebirse como una profesión independiente me
resulta impensable. Podría compararlo al quehacer de un anestesista en un
equipo quirúrgico. Nadie duda de la función relevante del anestesista a la hora
de una operación, pero nadie duda tampoco que sin un equipo alrededor su
herramienta pierde sentido.
Así planteado, la
formación académica del AT requiere de varios ejes que la sustenten. Aspectos
teóricos, técnicos y clínicos vertebran los proyectos de capacitación. Hoy la
duración y variedad de propuestas es aún demasiado heterodoxa. Pero vamos en
una dirección de aunar para evitar tal disparidad en las propuestas. Los
Congresos, donde se reúnen colegas de distintas latitudes para intercambiar y
plantear estados actuales del acompañamiento, permiten y ayudan a consolidar e
integrar propuestas que coherenticen la formación.
Las pasantías donde los
acompañantes van entrenándose, constituyen un eje fundamental para su
capacitación. Las supervisiones tanto individuales como grupales van ayudando
sin duda a afinar el instrumento.
Con respecto al análisis
personal del AT hay variedad de criterios. Por mi parte creo que esta profesión
requiere que quienes la ejerzan se analicen, por su resguardo y el de sus
pacientes. El nivel de exposición a la intensidad del padecimiento de quienes
piden nuestra asistencia es alto, y no tenemos delantales de plomo que nos
protejan de la toxicidad emocional que la tarea conlleva.
- En Acompañantes terapéuticos. Actualización
teórico-clínica, ubica la situación de los AT como el efecto de “una
resistencia a abordar como responsabilidad social el malestar del paciente
enfermo” ¿Considera que esta resistencia es particular del Acompañante
Terapéutico o se da en todos los ámbitos de la Salud Mental ?
- El campo de la Salud Mental en
general ha padecido de una resistencia generalizada y un descuido crónico, que
aún hoy seguimos intentando revertir. Ubicamos la génesis del AT en el contexto
de una corriente psiquiátrica dinámica innovadora que construyó alternativas
para el abordaje de situaciones que exceden los encuadres tradicionales. El
acompañamiento se propone como un dispositivo construido a medida, entramado a
partir de una red vincular. La complejidad de las patologías del desamparo la
hicieron imprescindible. Pero resulta paradojal que el AT se ofrece como una
presencia -la de un semejante-, en una cultura que se empeña en demostrar que
la realidad tiene respuestas y soluciones en un “chip” prescindiendo de un otro,
es decir, en estado de retracción. En estos tiempos,
de tanto aislamiento, el hacer con otros, cerca de otros, imprime al esfuerzo
una diferencia cualitativa.
Del mismo modo en que
buscamos combatir la marginalidad del paciente, quisiéramos insistir en la
necesidad de dar empuje a vínculos terapéuticos más ligados a la paridad,
fraternos, más horizontales, como los que se entablan con el AT. Creemos que el
intercambio en horizontalidad produce modos de subjetivación suplementarios
indispensables para la mejoría de los pacientes.
Lo fraterno también crea
su legalidad y entonces, del descentramiento del clásico poder médico vertical,
fuimos virando hacia la coexistencia de legalidades simultáneas que enriquecen
las estrategias clínicas.
La ley también liga,
agrupa, refiere a instituciones gremiales y comunitarias que operarían como
marco de pertenencia y participación de los AT.
- ¿Cuáles son los
obstáculos más frecuentes e importantes con los que se encuentra quien va a
ocupar ese lugar?
- Pese a haber conquistado
un reconocimiento creciente, el dispositivo de acompañamiento continúa
batallando en distintos frentes que le hacen obstáculo. El primero de los
escollos es que no fuimos educados para trabajar en equipos. En un enfoque
interdisciplinario se busca articular lo diverso con lo propio. Allí conviven
profesionales que necesitan interactuar y dialogar para evitar interferencias
que perjudiquen al paciente. No olvidemos que trabajar en el terreno de las
psicosis, la clínica de las impulsiones, las depresiones, la discapacidad, nos
compromete a coincidir en una estrategia conjunta. No siempre los profesionales
están disponibles para sostener esta dinámica de equipo. Otro obstáculo son las
resistencias familiares, que creen poder incidir en la frecuencia, duración y
condiciones del acompañamiento. En esos casos es fundamental precisarles que se
trata de una indicación terapéutica y que como tal sigue el encuadre que
determina el equipo tratante.
La falta de reuniones, de
intercambio de informes actualizados y de lineamientos que operen como
referentes que orienten al AT, empobrece también la fecundidad de su labor. Por
eso es que tanto insistimos en la insuficiencia de enfoques fragmentarios que
distorsionan el sentido del acompañamiento.
- En algunos casos
el lugar del A.T. genera una fuerte transferencia, ¿esto podría sugerir
resistencias al trabajo analítico?, ¿de qué manera abordarlo?
- Las transferencias
múltiples que se entrecruzan en dispositivos clínicos conjuntos es uno de los
fenómenos más interesantes para investigar. En principio la diversidad de
texturas transferenciales da cuenta de diferentes corrientes de la vida
psíquica del paciente. La construcción, el despliegue y la disolución del
vínculo transferencial operan con diferencias sustanciales en cada vínculo. En
los abordajes múltiples hay un descentramiento de la transferencia que en
algunos casos se expresa en forma disociada, o en otros se desglosa,
diversificándose con variaciones sutiles entre los distintos profesionales que
asisten a un mismo paciente. En general con los AT se gestan modalidades
transferenciales fusionales o persecutorias. Así como en el espacio analítico
suelen reeditarse los vínculos parento-filiales, en la interacción con los AT
se escenifican predominantemente lazos fraternales. Hablamos de fraternización
de la escucha para aludir justamente a esta proximidad que se produce en el
vínculo con los Ats. La pérdida total de distancia en la transferencia no
solamente tiene connotación resistencial, sino que debe además ser
cuidadosamente supervisada para no caer en contra actuaciones por parte del AT.
En una oportunidad propuse a colegas de Córdoba la creación de espacios de
debate entre ATs que llamé “mates clínicos”. Allí, en grupo, la idea era pensar
en conjunto, en un colectivo fraterno, las dificultades contratransferenciales
que plantea la clínica.
- En ocasiones, el
A.T. pasa a ser el “fusible” ante las dificultades del tratamiento, ¿Cuál
debería ser en estos casos el lugar del equipo multidisciplinario?
- En algún tiempo hablamos
del AT como de un soldado de la primera línea de fuego, en otro momento
encontramos útil la representación de un fusible. Lo cierto es que el grado de
exposición y projimidad del Vínculo AT-paciente requiere del equipo una actitud
de cuidado a sus integrantes.
Evitar excesos en la
cantidad de horas de acompañamiento, mantener contacto continuo con los ATs,
tener informes actualizados, escucharlos en sus preocupaciones, es
responsabilidad de la coordinación del equipo multidisciplinario
- Uno de sus
planteos señala las dificultades que muchas veces se presentan en el cierre del
acompañamiento, ¿Cuáles son las dificultades más frecuentes y en qué aspectos
hay que seguir trabajando para revertir esta situación?
- Los procesos de acompañamiento
se interrumpen con frecuencia sin posibilidad de hacer un tramo de cierre y sin
despedida. Sin saber cómo ni por qué repentinamente te quedaste sin paciente.
Cuando los desenlaces son prematuros e imprevistos es importante que entre los
colegas procuren tramitar la finalización. Muchas veces escribir un relato
clínico da oportunidad al AT de darle un destino sublimatorio al recorrido
inconcluso con su paciente. Más allá de la interferencia puntual de cada
situación clínica, la revisión autocrítica para entender qué pasó con ese
dispositivo es indispensable.
- Ésta es una
práctica que surgió en el ámbito privado, ¿avizora a mediano plazo políticas en
salud que puedan incluir a los acompañantes terapéuticos?
- En los últimos años el
acompañamiento terapéutico ha conquistado un lugar más protagónico en las
instituciones públicas. Hospitales psiquiátricos y hospitales generales con
servicios de Psicopatología, centros de salud, hospitales de día, cuentan con
equipos de acompañantes en su estructura asistencial. Vamos en pos de
implementar políticas sanitarias que contemplen la atención integral de la
salud (mental en este caso) en sus distintas fases: prevención, recuperación y
rehabilitación. Las instituciones públicas tienen que velar por el cuidado y
resguardo de sus miembros, y a la vez ser garantes del derecho a la protección
de la salud de la población, como componente esencial del desarrollo social,
así como cuidar las condiciones de trabajo de sus profesionales. Es esa nuestra
meta y vamos en esa dirección.
-En nombre de
elSigma le agradezco su participación en este espacio a través de recuerdos,
anécdotas y referencias teórico-clínicas, que nos han permitido realizar un
recorrido reflexivo desde los orígenes del Acompañamiento Terapéutico en
Argentina hasta el presente.
Susana Kuras de
Mauer es Licenciada en Psicología (UBA). Miembro titular en función didáctica
de la
Asociación Psicoanalítica Internacional y de la Asociación Psicoanalítica
de Buenos Aires (APdeBA) y docente de su Instituto de Formación. Especialista
en niñez y adolescencia. International Psychoanalytical Association. Profesora
adjunta de la Maestría
de Pareja y Familia del IUSAM en las materias: Vínculo parento-filial I y II.
Autora de los
siguientes libros: Acompañantes
Terapéuticos y pacientes psicóticos, en coautoría con S. Resnizky, 1985,
Editorial Trieb; Acompanhantes
Terapéuticos e pacientes psicóticos – Manual introdutorio a uma estratégia
clínica, en coautoría con S. Resnizky, 1987, Brasil. Editorial Papirus; Psicoanalistas, un autorretrato
imposible, en coautoría con S. Moscona y S. Resnizky, 2002, Lugar
Editorial; Acompañantes
Terapéuticos actualización teórico-clínica, 2003, Editorial Letra Viva. (español y
portugués); Territorios del
Acompañamiento Terapéutico, en coautoría con S. Resnizky, 2005, Ed. Letra
Viva. (español y portugues); Desvelos
de padres e hijos, en coautoría con Noemí May. Editorial Emecé. Buenos
Aires 2008; El acompañamiento
terapéutico como dispositivo, en coautoría con Silvia Resnizky. Letra Viva,
Buenos Aires 2011.