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El autor propone pensar la
cuestión de “qué es un acompañante terapéutico”, como una pregunta en
elaboración. Buscando definiciones orientadoras, se encuentran conceptos que
nos llevan al terreno del trabajo interdisciplinario, al campo de la salud, los
dispositivos, lo cotidiano, lo terapéutico y el psicoanálisis.
Introducción: algunas referencias
En una entrevista a Gustavo Rossi, del 19 de Julio de 2017 “El AT es un
nexo, articulador, entre lo clínico y lo comunitario” (1), el experto en AT,
describe la práctica como dadora de contenido terapéutico a lo cotidiano y como
dependiente de un proyecto terapéutico orientador:
“... Un pilar: el AT va a darle un contenido
terapéutico a situaciones de esa vida cotidiana, como planteo en mi libro (AT:
Lo cotidiano, las redes y sus interlocutores), a actividades de la vida diaria,
en la medida en que su función se delimita en forma artesanal en relación a una
estrategia terapéutica, a un proyecto terapéutico que orienta esas situaciones…
como pueden ser el momento de un desayuno, una caminata en la ciudad, una
salida recreativa, el momento de la cocina para preparar la cena, la previa al
irse a dormir por ejemplo cuando aparece el acelere del maníaco, la angustia,
el insomnio y la soledad que desespera en ciertos casos...”
En un artículo de una pionera conceptual del AT, Susana Kuras de Mauer,
“Acompañamiento Terapéutico, su
valor como dispositivo”, en la Imago Agenda (2),
es taxativa en cuanto al AT como
dispositivo:
“... En distintos momentos pensamos al
acompañamiento como un aporte complementario al trabajo psicoterapéutico y
psiquiátrico, como un agente en Salud Mental, como parte de un tratamiento de
abordaje múltiple.
... La imagen de ser el comodín del mazo, que
interviene con voluntad y entusiasmo llenando huecos, sin encuadre (aparente)
ni reglas del juego, incrementaron la desconfianza en los posibles aciertos de
la indicación terapéutica. Más aún, debilitaron la valoración y el
reconocimiento de lo original de su aporte,...
Si hoy fuésemos sorprendidos con la pregunta,
que pese a los años transcurridos, retorna con insistencia, podríamos aventurar
como respuesta: el acompañamiento terapéutico es un dispositivo... “
Nuevamente lo define el Lic. G. Rossi en uno de sus textos (3), de
manera más técnica:
“El AT es un recurso clínico especializado que
opera desde un abordaje psicoterapéutico. En forma articulada con el
profesional o el equipo terapéutico que lo indica”.
Para finalizar este breve recorrido, en un intento de reunir el AT con
el psicoanálisis lacaniano, Mauricio Castejón Hermann se pregunta, en su libro
Acompañamiento terapéutico y psicosis (4):
“¿Habría una teoría del método para el AT?...
un acompañante terapéutico atravesado por la ética del psicoanálisis, se
confunde con la misma perspectiva determinada por el tratamiento padrón. Hay
especificidades entre ambos ‒AT y clínica stricto sensu‒ pero también hay
fuertes puntos de contacto...
El AT, sus raíces y sus avances
teórico-clínicos no se apartan del movimiento de substitución de los
manicomios, a la vez que no es posible afirmar que la invención del AT esté
separada de la reforma psiquiátrica. Ahí se creó una especificidad importante:
alguien que desempeñara la función de acompañar al loco en su errar por los
espacios de la ciudad. Eso es acompañamiento, eso es terapéutico.”
Despojo y desconocimiento
Particularmente, pienso que la región de donde debe salir la definición,
es desde el corazón de la práctica misma, esto es, la experiencia del
acompañar. En estas enunciaciones, así al pasar, cuesta leer algunas huellas de
tal experiencia, lugar de donde puede salir una luz más radical al respecto.
¿Qué es de la experiencia en sí?
El Acompañamiento Terapéutico no es sin el acompañante y su acompañado,
sin sus singulares experiencias, su paso por ella. Y como en toda experiencia,
se tiene una idea de cómo se entra en ella, pero ninguna idea de cómo se sale.
Y con suerte, lo que entra no es idéntico a lo que sale.
Nadie nace siendo acompañante terapéutico. Incluso, la capacitación en
el mejor de los casos, le aporta un saber, un conocimiento y un título que
significan un plus, un más. Por el contrario, adelanto que en el AT, no se
trata de un plus, si no, de haber padecido un despojo y haber arribado a un
desconocimiento.
La distancia de sí
En principio, el acompañante terapéutico, es una persona como cualquier
otra, pero con un deseo específico: acompañar, y que ese acompañar tenga algún
tipo de efecto sobre el acompañado. La sorpresa, si se ha pasado por la
experiencia, es que algo le ha acontecido también al acompañante, algo le ha
vuelto bajo la forma de un distanciamiento.
Entonces voy a intentar algunas definiciones en este sentido, esto es,
no desde la capacitación ni lo interdisciplinario, no desde el deseo de curar,
no desde el deseo de que las cosas anden bien o lo mejor posible. Voy a empezar
postulando que un acompañante terapéutico es aquél que gracias a su propia
experiencia como acompañante, ha logrado tomar una distancia de sí.
Generalmente vivimos en la necesidad arraigada, del "conocimiento
de sí mismo" y de las significaciones inequívocas, del sentido común, consensuado.
Necesitamos la costumbre y el hábito, lo cotidiano pautado, reglado,
significaciones inmóviles que nos garanticen la comunicación, que nos aseguren
nuestra identidad para con nosotros mismos y para con el otro. Preferimos que
nada cambie.
Abrazamos el reino del consenso, donde las palabras detienen el
movimiento del mundo. Necesitamos acatar lo establecido por los discursos amos,
que nos mantienen en una zona de término medio.
Para un acompañante terapéutico, que alguna o varias veces haya hecho
una verdadera experiencia de acompañamiento, lo inamovible es inviable, pues
está expuesto constantemente a la dinámica del padecer psíquico, de la locura,
que desmienten profundamente las significaciones establecidas.
Un acompañante terapéutico es alguien que ha llegado a desconocerse.
Esto es, ha luchado contra el peso de su personalidad, de su identidad, detrás
de las que se esconde un ideal y una ilusión de “no-falla”, como percepción de
sí mismo y de los otros. El Acompañamiento Terapéutico nos proporciona la
posibilidad de, cada tanto, desconocernos y percatarnos de la distancia que
hemos logrado con respecto a nuestros propios afectos e identidad.
Lo urgente
El acompañante comienza a serlo cuando ha logrado poner entre paréntesis
la urgencia, el deseo y el furor de curar, para transformar aquello que lo
urge, en elemento de espera, de trabajo y escucha paciente. Y eso que lo urge,
no lo atrapa por su faz presumiblemente objetiva. Porque sabe, tiene la convicción
de que ello está en devenir, en formación, no acabado.
Para el acompañante, prima la subjetividad sobre la objetividad. Y lo
subjetivo, justamente es lo que está en constante re-definición. Esto involucra
al acompañante en todo su quehacer, su práctica de diversas maneras.
Ahí están los informes de un acompañante, que nos brindan la posibilidad
un apartado del tipo “Observaciones”, cuya finalidad es comunicar, transmitir
la modalidad en que algo es “experimentado, vivido” por el acompañante, y no la
supuesta objetividad de ese algo.
Lo literal vs. una nueva
significación
El acompañante es alguien que se ha enemistado con lo literal, y por
ende, con lo inequívoco y objetivo. Las significaciones estancas, petrificadas,
inmóviles, coaguladas, le son extrañas, sospecha de ellas. Lucha contra las
significaciones universales, descree del “para todos”, por ende, deplora lo
habitual, el hábito, como matriz de significación detenida, consensuada, de una
vez y para siempre. Si toda significación está cristalizada, ya no hace falta
cuestionar ni re-definir ni re-pensar nada.
Lo literal ya no permite entender nada, no deja hueco que haga lugar a
las significaciones por venir. Podemos poner en serie la costumbre, lo
habitual, el para todos, y lo literal.
El acompañante, si lo es, está a
la espera de una significación nueva, alternativa, que desmienta a las
significaciones para todos, las significaciones del sentido común.
Abrir la distancia
Cuando nuestro acompañado nos sorprende con la irrupción de una palabra,
de un dicho imprevisto, una invención descabellada, ¿cómo nos reflejamos en eso
nuevo que emerge, en esas palabras que derriban el sentido común?
Así, la locura es el espejo inesperado en el que nos miramos, del que
emana una significación Otra que echa por tierra nuestro ideal de identidad al
que siempre aspiramos, desplegando ante nosotros lo inaudito: que el mundo no
tiene una significación acabada, y que toda significación, no se detiene, está
en proceso.
Acompañar es resistirse a que el acompañado quepa en un diagnóstico, lo
que conlleva la presunción de que el mundo no entra en el molde del lenguaje.
Abrir la distancia entre el diagnóstico y nuestro acompañado, es parte del
éxito de un Acompañamiento Terapéutico. Porque la locura misma nos muestra la
ambigüedad de la relación entre los hechos, las cosas y el lenguaje.
El mundo no se detiene en los conceptos, en el lenguaje. El acompañante
espera la emergencia de esta oscuridad, de este punto opaco en el sentido. Y
esta relación entre la oscuridad del sinsentido y el sentido, enriquece y le da
espesor a nuestra propia relación con el lenguaje, con la palabra. Permite
tanto al acompañado como al acompañante una convivencia en la palabra, difícil
de sostener en otro ámbito.
Tal vez, en muchas ocasiones, para el acompañante terapéutico, ser el
blanco del rechazo, del desconocimiento, del desprecio, por parte de la
comunidad médico-psiquiátrica, tenga su asidero en el campo de las
significaciones, porque la sintomatología (esto es, el estudio de los síntomas)
y el diagnóstico, tienen vocación de congelar las significaciones en pos de un
comunicar, tienden al axioma, al saber, a la objetividad, al consenso.
Mientras que el acompañante siempre está de cara a la singularidad, al
no saber, a la espera de la emergencia de lo subjetivo, de lo no dicho, de lo
dinámico en su despliegue o en su repliegue.
Citas:
(1) Entrevista a Gustavo Rossi, “El AT es un
nexo, articulador, entre lo clínico y lo comunitario” en www.elpsitio.com.ar,
19 - 07 - 2017
(2) “Acompañamiento Terapéutico,
su valor como dispositivo”, por Susana Kuras de Mauer – IMAGO AGENDA
http://www.imagoagenda.com/articulo.asp?idarticulo=1491
(3) Rossi, G.: Acompañamiento
Terapéutico. Lo cotidiano, las redes y sus interlocutores, Bs. As., Ed.
Polemos, 2007 (2da Edición 2010).
(4) Acompañamiento terapéutico y
psicosis (2015) – Mauricio Castejón Hermann